IN MEMORIAM: Dr. Luis García-Dihinx 29/9/1940 - 23/7/2009
Foto de mi padre este pasado 9 de mayo de 2008, hace 14 meses, durante su cena de jubilación
Os dejo las líneas que hemos leído hoy 24 de julio de 2009 en la misa funeral por mi padre.
Lectura Misa Funeral por Luis García-Dihinx
Viernes 24 de julio de 2009, Iglesia del Perpetuo Socorro, Zaragoza.
Gracias a todos por estar aquí hoy, para recordar a mi padre, Luis García-Dihinx
¿Qué puedo deciros de mi padre que no sepáis?
Hoy mismo leíamos en el Heraldo de Aragón que Luis era un eminente cirujano, de los mejores de Europa en su especialidad. En cirugía de la cadera era de lo mejor que ha habido,
Mi padre la persona más honesta e íntegra que he conocido. Enamorado de su profesión y de mi madre. Eran sus dos grandes amores. Luego nosotros, claro
“Don Luis”. Así le llamaban en el hospital. Estos últimos días he podido comprobar que a mi padre se le tenía un respeto y una veneración profundas. Tanto sus compañeros como los pacientes a los que trató. Sus casi 40 años de trabajo y dedicación a la traumatología habían dejado una huella imborrable en todos. Nos dejó un ejemplo a seguir.
En casa veíamos a mi padre radiante con su profesión. Se dedicaba a sus pacientes con una entrega total. Estudiando cada día para mejorar. Le veíamos cada noche, en su despacho, consultando libros e investigando con las últimas revistas de la especialidad. Siempre con las radiografías de la operación del día siguiente colocadas en el negatoscopio. Las observaba despacio y examinaba a conciencia. Mi padre no dejaba nada al azar. Entraba a quirófano con todo el caso bien estudiado y habiendo previsto las posibles complicaciones. Siempre decía esta frase: “Los mayores errores quirúrgicos no se cometen con el bisturí en la mano. Sino antes de coger el bisturí”. Era todo un profesional de la medicina. Le gustaba explicar con paciencia y entusiasmo las cosas a cada paciente. Se le veía en la mirada. Una mirada de dedicación, de respeto, de seriedad con lo que hacía, de amor por lo que hacía. Mi padre amaba lo que hacía.
A mi padre le hubiese encantado que yo siguiese sus pasos y me hiciese cirujano como él, y diese además continuidad a su consulta. Un montón de pacientes agradecidos a los que había que seguir cuidando. Pero más importante que eso era para él verme feliz y cuando entendió que prefería otra rama de la medicina que no la quirúrgica, me dijo “Jorge, tu haz lo que a ti más te guste. Lo que te haga más feliz” Ahora soy Pediatra y me encanta. Y me alegra recordar que mi padre me ayudó a elegir bien
Algo que os puedo asegurar es que nuestro padre fue muy feliz. Lo sé. Lo sé por la vida familiar que ha tenido y por la magnífica mujer que ha estado a su lado durante 40 años. Pero también sé que fue feliz porque después de curar con esas manos mágicas a cada uno de sus pacientes, éstos, agradecidos, se lo recordaban en cada consulta, en cada encuentro fortuito por el hospital, o por la calle, o por Navidad, o varias veces en un mismo día. Le decían “Don Luis, me ha dado usted la vida”. La cantidad de veces que he oído que le decían eso. O las veces que nos lo decían a nosotros, a sus hijos. Qué orgullosos nos quedamos los hijos cuando te hablan así de tu padre. Y qué feliz y qué querido se debía sentir papá con tanto cariño.
Gran parte de esta felicidad se la debe a mi madre. Así es.
Dicen que detrás de un gran hombre hay una gran mujer. Más aún en este caso. Mi madre lo quería como nadie y lo apoyaba cada día. Le ayudaba por las tardes en la consulta y ella también veía ese amor y dedicación por su profesión. Ella le daba esa alegría y espontaneidad que necesitaba mi padre, de carácter más tímido y reservado.
A mis padres les dijeron un día: Quereros y cuidaros. En el amor y en la adversidad, en la riqueza y en la pobreza, en la salud (40 años) y en la enfermedad (estos últimos 3), hasta que la muerte os separe. Y no os podéis imaginar todo el amor que le ha dado mi madre estos últimos años.
En esta última etapa, una desgraciada enfermedad degenerativa apartó a mi padre de la medicina y lo fue diezmando poco a poco, quitándole inicialmente su raciocinio, su comunicación, su habla. Luego se fueron deteriorando otras funciones más sencillas.
Han sido tres años duros para todos, pero sobretodo para mi madre, pues el comienzo de su enfermedad coincidió en el tiempo con el accidente de mi hermano. Así, ella ha tenido que cuidar a la vez de ambos.
En estos tres años, ningún día ha dejado mi padre de sentirse querido. Nosotros lo hemos seguido viendo en su mirada. Cuando lo sacábamos a pasear siempre acababa queriendo volver a casa. Era donde mejor se encontraba. No pasó un solo día sin los suyos, en su casa. Y en casa, sentado con nosotros, le veíamos sonreír. Se sentía a gusto. Se sentía querido. Se sintió así hasta el final.
Y hoy estáis aquí todos vosotros, para recordar a Luis y darle vuestro último adiós.
Gracias a los que hasta aquí habéis venido mostrando vuestro reconocimiento y aprecio hacia él. Todos los que lo queríais tanto. Los que seguís queriéndolo tanto. Él estará ahora orgulloso viéndoos desde allí arriba.
En nombre de mi madre, mis hermanos y de toda la familia, muchísimas gracias a todos por acompañarnos hoy.
Jorge