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Jorge García-Dihinx

IN MEMORIAM: Dr. Luis García-Dihinx 29/9/1940 - 23/7/2009

IN MEMORIAM: Dr. Luis García-Dihinx 29/9/1940 - 23/7/2009

Foto de mi padre este pasado 9 de mayo de 2008, hace 14 meses, durante su cena de jubilación

Os dejo las líneas que hemos leído hoy 24 de julio de 2009 en la misa funeral por mi padre.

Lectura Misa Funeral por Luis García-Dihinx

Viernes 24 de julio de 2009, Iglesia del Perpetuo Socorro, Zaragoza.

 

Gracias a todos por estar aquí hoy, para recordar a mi padre, Luis García-Dihinx

 

¿Qué puedo deciros de mi padre que no sepáis?

Hoy mismo leíamos en el Heraldo de Aragón que Luis era un eminente cirujano, de los mejores de Europa en su especialidad. En cirugía de la cadera era de lo mejor que ha habido,

Mi padre la persona más honesta e íntegra que he conocido. Enamorado de su profesión y de mi madre. Eran sus dos grandes amores. Luego nosotros, claro

 

“Don Luis”. Así le llamaban en el hospital. Estos últimos días he podido comprobar que a mi padre se le tenía un respeto y una veneración profundas. Tanto sus compañeros como los pacientes a los que trató. Sus casi 40 años de trabajo y dedicación a la traumatología habían dejado una huella imborrable en todos. Nos dejó un ejemplo a seguir.

 

En casa veíamos a mi padre radiante con su profesión. Se dedicaba a sus pacientes con una entrega total. Estudiando cada día para mejorar. Le veíamos cada noche, en su despacho, consultando libros e investigando con las últimas revistas de la especialidad. Siempre con las radiografías de la operación del día siguiente colocadas en el negatoscopio. Las observaba despacio y examinaba a conciencia. Mi padre no dejaba nada al azar. Entraba a quirófano con todo el caso bien estudiado y habiendo previsto las posibles complicaciones. Siempre decía esta frase: “Los mayores errores quirúrgicos no se cometen con el bisturí en la mano. Sino antes de coger el bisturí”. Era todo un profesional de la medicina. Le gustaba explicar con paciencia y entusiasmo las cosas a cada paciente. Se le veía en la mirada. Una mirada de dedicación, de respeto, de seriedad con lo que hacía, de amor por lo que hacía. Mi padre amaba lo que hacía.

A mi padre le hubiese encantado que yo siguiese sus pasos y me hiciese cirujano como él, y diese además continuidad a su consulta. Un montón de pacientes agradecidos a los que había que seguir cuidando. Pero más importante que eso era para él verme feliz y cuando entendió que prefería otra rama de la medicina que no la quirúrgica, me dijo “Jorge, tu haz lo que a ti más te guste. Lo que te haga más feliz” Ahora soy Pediatra y me encanta. Y me alegra recordar que mi padre me ayudó a elegir bien

 

Algo que os puedo asegurar es que nuestro padre fue muy feliz. Lo sé. Lo sé por la vida familiar que ha tenido y por la magnífica mujer que ha estado a su lado durante 40 años. Pero también sé que fue feliz porque después de curar con esas manos mágicas a cada uno de sus pacientes, éstos, agradecidos, se lo recordaban en cada consulta, en cada encuentro fortuito por el hospital, o por la calle, o por Navidad, o varias veces en un mismo día. Le decían “Don Luis, me ha dado usted la vida”. La cantidad de veces que he oído que le decían eso. O las veces que nos lo decían a nosotros, a sus hijos. Qué orgullosos nos quedamos los hijos cuando te hablan así de tu padre. Y qué feliz y qué querido se debía sentir papá con tanto cariño.


 

Gran parte de esta felicidad se la debe a mi madre. Así es.

Dicen que detrás de un gran hombre hay una gran mujer. Más aún en este caso. Mi madre lo quería como nadie y lo apoyaba cada día. Le ayudaba por las tardes en la consulta y ella también veía ese amor y dedicación por su profesión. Ella le daba esa alegría y espontaneidad que necesitaba mi padre, de carácter más tímido y reservado.

A mis padres les dijeron un día: Quereros y cuidaros. En el amor y en la adversidad, en la riqueza y en la pobreza, en la salud (40 años) y en la enfermedad (estos últimos 3), hasta que la muerte os separe. Y no os podéis imaginar todo el amor que le ha dado mi madre estos últimos años.

 

En esta última etapa, una desgraciada enfermedad degenerativa apartó a mi padre de la medicina y lo fue diezmando poco a poco, quitándole inicialmente su raciocinio, su comunicación, su habla. Luego se fueron deteriorando otras funciones más sencillas.

Han sido tres años duros para todos, pero sobretodo para mi madre, pues el comienzo de su enfermedad coincidió en el tiempo con el accidente de mi hermano. Así, ella ha tenido que cuidar a la vez de ambos.

En estos tres años, ningún día ha dejado mi padre de sentirse querido. Nosotros lo hemos seguido viendo en su mirada. Cuando lo sacábamos a pasear siempre acababa queriendo volver a casa. Era donde mejor se encontraba. No pasó un solo día sin los suyos, en su casa. Y en casa, sentado con nosotros, le veíamos sonreír. Se sentía a gusto. Se sentía querido. Se sintió así hasta el final.

 

Y hoy estáis aquí todos vosotros, para recordar a Luis y darle vuestro último adiós.

 

Gracias a los que hasta aquí habéis venido mostrando vuestro reconocimiento y aprecio hacia él. Todos los que lo queríais tanto. Los que seguís queriéndolo tanto. Él estará ahora orgulloso viéndoos desde allí arriba.

 

En nombre de mi madre, mis hermanos y de toda la familia, muchísimas gracias a todos por acompañarnos hoy.

 

Jorge

LA NIEVE Y EL AMOR

LA NIEVE Y EL AMOR

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El pasado viernes 9 de enero estaba de guardia en el Hospital de Calatayud viendo por la ventana cómo caían copos sin parar a media tarde. Pero no cuajaba inicialmente. Me fijaba cómo cada copo llegaba a la base de la ventana, duraba uno o dos segundos antes de derretirse y desaparecer. A los pocos segundos caía otro justo en el mismo lugar donde el anterior había fundido segundos antes. Y el proceso volvía a repetirse: fundía y no daba tiempo a que otro copo montara al anterior y empezara a cuajar. Así estuvo un tiempo.

Más tarde, cuando ya caía la noche, empezó a nevar con más fuerza y entonces sí que empezó a cuajar. Se acumulaban centímetros sin que nada ni nadie pudiera evitarlo. Estuvo nevando durante 3 horas y los espesores en la calle llegaban a los 8 cm. Era increíble... Una verdadera postal navideña.

Y dejó de nevar. Pero la nieve allí se quedaba. Donde nadie tocaba la nieve, donde no pasaban coches por la carretera, la nieve seguía durante horas y así siguió durante toda la noche, sin perder ni un milímetro de espesor. Había tardado varias horas en empezara cuajar, pero una vez formada la capa de nieve, ésta permanecería inalterada mientras las temperaturas no superaran los 0ºC.

Y pensé que algo parecido ocurre con el amor. De entrada no surge a la primera de cambio. Ni con dos cafés, ni con dos ramos de flores, ni con 8 mensajes de móvil, ni con un par de noches románticas o 4 comidas agradables. Son dosis iniciales necesarias pero no suficientes para que “cuaje” de verdad.

Pero si los estímulos se mantienen en el tiempo... al final, el amor “cuaja”. Y vaya que si cuaja. Aumenta cada día al principio como la espuma. La capa de amor va subiendo centímetros conforme sigue “nevando”. Y luego, si se cuida, no se va... (Mira mi madre con mi padre).

Si la temperatura no supera los 0ºC, es decir, si sigue habiendo ese ambiente adecuado de confianza, respeto y cariño, no necesita de más nieve. Basta una temperatura “adecuada” para mantener ese amor. Es suficiente con eso. Así, el amor persiste, dura y sigue bello y blanco durante semanas, meses o años...

Las caras norte de nuestros Pirineos apenas ven el sol en invierno y así, aunque no haya nevado en semanas, a veces seguimos encontrando nieve polvo, fresca, sin transformar. Pues allí, en la zona umbría, la temperatura ha sido la adecuada para mantener ese “amor” que hace que la nieve siga fresca.

Es tan bello como eso. Y ojo, tan frágil como eso. Pues de nuevo, basta con que la temperatura suba unos grados, basta que se acabe ese clima adecuado para el amor, para que éste vaya fundiendo y desapareciendo... Como igual lo hace la nieve en cuanto ve el sol y se calienta. Desaparece poco a poco. Tardará más cuanto mayor sea el espesor, pero al final, si sigue sin temperaturas adecuada, desaparecerá. Para permanecer necesita condiciones apropiadas durante casi todo el tiempo. Y así, me atrevería a decir que los glaciares son los mejores ejemplos de amor duradero, casi eterno (aunque nada es eterno). Allí, en esa altura y esa orientación norte, umbríos casi todo el año, las nieves son perpetuas y aguantarán incluso los meses más difíciles, en pleno verano, cuando todo parece derretirse y secarse. Ellos tienen las condiciones apropiadas: altura, orientación y temperatura ideales para mantenerse vivos. Ellos son el ejemplo que nos estimula a creer que, también en el amor, puede ser posible encontrar nieves perpetuas, amor duradero, verdadero.

Bien aventurados los que lo encuentren y lo cuiden, cada día, pase lo que pase.

Jorge

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P.D: En la foto, las nieves perpetuas del Glaciar de Monte Perdido, fotografiadas este pasado septiembre de 2008.

 

BUSCAMOS PRODUCTIVIDAD O CREATIVIDAD?

BUSCAMOS PRODUCTIVIDAD O CREATIVIDAD?

 

La sociedad demanda éxito, resultados, números, producir, producir... Pero, ¿Hace eso feliz a la persona individual? ¿Qué fue del crear... por el placer personal de crear?

Van Gogh vivió sin un céntimo hasta el día que murió. Pero era un hombre feliz. Hacía lo que le gustaba. Se pasaba días pintando, expresando toda su pasión, su arte, creando maravillas de la nada (incomprendidas y no reconocidas en su tiempo). No tuvo éxito exterior, pero sí satisfacción interior. Pudo haber realizado cualquier trabajo rutinario que le diera un sueldo para comer. Pero prefería estar días pintando, sin comer, sin otra luz que la de las farolas de la calle por las noches. Se reían de él. No ganaba un céntimo. Sus cuadros llenaban los trasteros de las casas (hoy sus cuadros se buscan en los trasteros de Holanda y su valor alcanza 40 millones de dólares en las subastas). Hoy sería un hombre de gran reconocimiento, de gran renombre, de éxito exterior. Él no lo necesitaba. Hacía lo que amaba: crear. No hizo lo que la sociedad esperaba de él: producir. Pero creo que fue feliz.

Los países avanzan por la producción, cierto, pero, redunda eso en la felicidad individual de las personas? Somos más felices ahora que producimos tanto? Quién es más feliz? El que amasa millones o el que se siente alegre con lo que hace... aunque le llegue justo para vivir? A cada uno de responder. A cada uno de elegir. Seguridad? Reconocimiento? Fama? O bien paz interior, abandono, relajación, simple gozo de crear?

Osho dice: “La creatividad se da en un estado de abandono. La productividad necesita tensión, ansiedad, hacer, el ego, el reconocimiento. La creatividad no requiere reconocimiento, un ego, un hacedor. Sólo el puro gozo de crear”.

Pienso que todos hemos estado en ambos extremos. Hemos sufrido esa ansia por hacer, por producir, por dejar una huella, por conseguir un reconocimiento. Pero también hemos hecho cosas por el simple placer de hacerlas, proporcionaran o no reconocimiento, produjeran riqueza o no. Nos proporcionaban riqueza interior, felicidad.

La felicidad está en lo que hace cada uno consigo mismo. No en lo que los demás piensan de nosotros, de lo que hacemos (o por lo menos, así debería ser). El ego nos puede. La insatisfacción la compensamos con acción, con producción, con ajetreo. Una huída. Todos lo hemos hecho. Pero, de vez en cuando, uno consigue ser feliz con lo que hace, sea o no reconocido, produzca o no. Creo que esa es la felicidad más pura. Es nuestra, no depende de nadie más. Es sincera, honesta con uno mismo. No necesita el reconocimiento de los demás.

Jorge

P.D: La foto está sacada en Ordesa este 24 de octubre de 2007. Qué colores había...

 

VIVE DEPRISA, MUERE JOVEN

VIVE DEPRISA, MUERE JOVEN

 

En este mundo de hoy en que vivimos, “peligrosamente” (como el título de la película), podemos agotar nuestra existencia vital sin llegar a vivirla realmente. Así está a punto de sucederle a Ricardo Darín en “El hijo de la novia”, al que un infarto de corazón está a punto de arrebatarle su vida. Ese episodio le hace darse cuenta de la vida que estaba viviendo. La vida de otros, al servicio de otros, corriendo de aquí para allá, siempre corriendo, huyendo... huyendo de quién? De sí mismo. Uno, por más que corra nunca puede dejar atrás a sí mismo. Siempre está contigo, por mucho que corras. Entonces, como no lo puedes dejar escapar, uno se enfrasca en continuas actividades para no estar quieto consigo mismo ni un segundo. Y no paramos de hacer y hacer cosas para no estar a solas con nosotros mismos, con nuestros seres queridos, sin disfrutar de nuestra vida.

            Vida acelerada por los adelantos técnicos, que en vez de ahorrarnos tiempo para nosotros, nos obligan a hacer aún más cosas. Para qué? Para quién? Para enriquecer a los poderosos, que nos utilizan para producir más y más. 

           Antes costaba 3 horas ir de Zaragoza a Madrid. Ahora con el AVE te plantas en 1 h y 20 minutos. Qué adelanto! Qué delicia! Pero... dedicamos la 1 h y 40 minutos ahorrados en dar un relajante paseo por el Retiro? No, hacemos más viajes, más rápido. Más viajes a Madrid, a todos sitios. Praga y Budapest en 4 días, Londres en 48 horas con Ryan-Air. Disfrute de un “rápido” fin de semana en Inglaterra. Haga muchas fotos, para así poderlas disfrutar en la pantalla de su ordenador a la vuelta, ya que, durante su viaje, sólo tendrá tiempo de apretar rápidamente el disparador de su cámara antes de coger el siguiente metro al Tower-Bridge (menos mal que la vuelta completa en el London Eye dura 1 hora, así los turistas pueden por fin sentarse un rato y parar de ir de un lado para otro).

            Correr, ir de aquí para allá, trabajar, trabajar mañana y tarde, no parar... y un día, morir. Y tu vida? Se terminó? De qué servía el éxito externo si no tenías éxito interno? Viste a tus hijos crecer? Jugaste con ellos? Amaste a tu mujer cada día? O serviste a tu país para enriquecer a sus poderosos de arriba, a su presidente, al gerente de tu empresa o de tu hospital? Y tú...? 

           Las madres vuelven a valorar la lentitud de la vida vivida con ilusión cuando ven esa ilusión e inocencia en sus niños. La maternidad (y la paternidad) quizás nos devuelven un significado de la vida que el frenesí de este mundo parece habernos robado. El niño crece despacio (no puede andar o hablar antes del año), con alegría, inocencia, humildad y unas terribles ganas de aprender y absorberlo todo. Creo que el adulto con espíritu joven, lleno de vida, es el que se parece más a esos niños, disfrutando de cada pequeña cosa que conoce, como si fuera la gran maravilla de su vida. En los ojos de todos los niños se puede ver esa ilusión, esa inocencia, esa sabiduría. Por suerte, en los ojos de algunos adultos, también.            Jorge

P.D: Por cierto, los de la foto somos mi hermano Pedro, mi hermana María y yo, sería 1978 o así...

 

APRENDER A VER LA VIDA CON PERSPECTIVA

APRENDER A VER LA VIDA CON PERSPECTIVA

 

     Cada cosa que nos ocurre en la vida, cada persona que conocemos, cada suceso nos afecta de una forma. Reaccionamos con un sentimiento, sea negativo o positivo, pero opinamos, valoramos, juzgamos… Reaccionar es algo natural.

Esa será nuestra primera impresión, que quizás se separe mucho de la opinión definitiva. Ésa última será la importante.

Los lugares, paisajes, ciudades… no podemos verlos estando dentro de ellos, sino alejándonos de ellos. Es necesario subir a un globo para poder verlos… en perspectiva. Y desde allí arriba uno piensa: Andaa, cómo se ven las cosas desde aquí… Uno ve cómo es España, precisamente, viajando fuera de España. Nos vemos desde fuera y vemos que somos diferentes a otros países. Igual con las personas. Las conoces y, con el paso del tiempo y alejándote un poco de ellas… llegas entonces realmente a verlas. Ves la belleza que no podías ver estando tan cerca. En la vida, esa perspectiva, necesaria, imprescindible para otorgarle el valor justo a las cosas o a las personas, la da el tiempo

El tiempo nos permite confirmar nuestros sentimientos (o cambiarlos). La vida nos proporciona ese tiempo, esa madurez de sentimientos, ese marco de referencia, esa perspectiva para dar el valor adecuado a las cosas. Ese tiempo, tan necesario, nos confirma la bondad de las personas o también el alcance real de un daño, de algo que nos pareció horrible de entrada.

Los amigos son más verdaderos conforme pasa el tiempo. Llegan situaciones nuevas… y siguen siendo tus amigos. Son mejores amigos pues te conocen más. Esa amistad tiene mucho más valor que la amistad del nuevo amigo, que puede desaparecer tan rápida como llegó. Esa nueva chica, esa nueva sensación de felicidad, ese nuevo trabajo, necesitan madurar. Necesitan perspectiva para ser valorados con criterio. Es el tiempo el que pone a cada situación y a cada persona en el altar que le corresponde.

De ahí el no querer adelantar opiniones, el no juzgar, el ser prudentes, pacientes. Dejar que el tiempo nos de claridad, luz, sin prisas, dejando que las cosas vayan posándose lentamente, cada grano de arena, cada piedrecita ocupando su lugar. A veces no será suficiente el tiempo. Hará falta espacio. Deberemos separarnos, alejarnos, mirar desde fuera, observar, sentir… y luego volver. Entonces comprender las cosas, a las personas, a nosotros mismos. Supongo que es como meditar. Irse para luego volver, más sabio, más feliz.

Jorge

 

DEJATE LLEVAR

DEJATE LLEVAR

 

     El otro día tuve una conversación muy interesante con una amiga sobre la manera de ver la vida, de afrontarla, de observarla con serenidad, de disfrutarla. La idea es suya. Yo tuve la suerte de escucharla. Aquí os la intento transmitir.

    En la vida a menudo esperamos que nos ocurran unas determinadas cosas concretas. Pero la vida lleva un curso que nadie conoce (Quizás lo conoce Dios?). Si todas esas cosas que anhelamos luego no se cumplen, llega la frustración. Pero si no anhelamos nada en concreto. Si simplemente vivimos la vida disfrutándola y dejándonos llevar por el desarrollo de los acontecimientos, sin forzar nada, sin esperar nada en concreto, no viene luego ninguna frustración. Agradecemos cada cosa que llega de buena y no nos entristecemos porque no lleguen otras que habíamos anticipado...

    Uno tiene todo el derecho a querer que su vida sea feliz, disfrutando de lo que hace y estando rodeado de la gente que uno quiere. Bien, eso es bastante general y factible. Pero si deseamos cosas más concretas, detalles geográficos, tipos de personas, etc, es difícil que luego estos coincidan con la realidad final.

    Claro, uno puede pensar: Quiero acabar encontrando a la mujer (u hombre) de mi vida, que sea educado, inteligente, que me quiera, alto, bajo, rubio, moreno... Querría estar casado/a dentro de 3 o 4 años y tener 2 o 3 hijos... y trabajar en tal trabajo en tal ciudad... y que mis hijos luego sean así o asá o que estudien y trabajen en esto o en esto otro...

    Así, seguramente, llegará el desengaño. Porque la vida lleva un curso cambiante y su futuro es desconocido. El futuro será uno, el que sea. Y habrá que ir adaptándose a las oportunidades de la vida, coincidan o no con nuestros anhelos. La chica podrá ser rubia en vez de morena (o no aparecer), tu trabajo saldrá en otra ciudad, quizás tengas hijos o no. Y si los tienes, como personas individuales que son, decidirán ellos qué tipo de vida llevan y no tú (te limitarás a alimentarles y transmitirles una educación y unos valores).

    Al final llegará o no esa persona, llegará o no ese trabajo, esa ciudad u otras, esa enfermedad que no esperabas, ese acontecimiento que cambió tu vida, esa otra persona que tú no esperabas pero que apareció...

Si no esperamos nada en concreto, luego no llegará la decepción. Si observamos la vida de forma serena. Si nos dejamos llevar, sin forzar nada, agradeceremos todo aquello que llegue nuevo e iremos aprovechando las nuevas oportunidades que aparezcan. Si no hay anhelos previos concretos, cada oportunidad que llegue será aprovechada en su momento. Viviremos la vida que nos toca vivir. Viviremos felices la película de nuestra vida, no la película que quisimos montarnos y que, probablemente, luego no  discurrió de esa manera. Disfrutaremos descubriendo el curso de nuestra película, única e irrepetible. Maravillosa.

    Déjate llevar, “Go with the flow”. Observa la vida... No corras... Para... Medita... Pasea... Siente el aire en tu cara... La luz en tus ojos... Piensa... Escucha... Escucha a los que te enseñan cosas nuevas. Imprégnate de sabiduría. Aprende... Aprende a descubrirte a ti mismo. Así, uno aprende a vivir la vida que le llega. Porque la que tenga que ser, será. Acéptala como llegue. Acéptala como un regalo. Porque la vida es un regalo... irrepetible.

Jorge (inspirado en una reflexión de una amiga)

 

LA VIDA ES CAMBIO

LA VIDA ES CAMBIO

 

La vida es cambio. Las personas buscan (buscamos) estabilidad en nuestras vidas, seguridad, paz. Pero no podemos negar que la vida es un constante cambio. Está viva. Si no cambiara, no sería la vida. La estabilidad tiene que estar dentro de nosotros. Esa estabilidad, esa paz interior es necesaria para ir afrontando los cambios que la vida, inevitablemente, nos traerá, porque nos los traerá. Los trajo, los trae y los seguirá trayendo mientras vivamos. Así es la vida. Viva.

Crecemos, maduramos, aprendemos... cambiamos. Eliges una carrera, tu vida cambia. Eliges una ciudad para vivir, tu vida cambia. Eliges un trabajo, tu vida cambia. Cambias a otro trabajo, tu vida cambia. Aprendes. Eliges a una persona (o ella te elige a ti), tu vida cambia.

Sufres un accidente, tu vida cambia. Una enfermedad (porque a todos nos tocará) y tu vida cambia. Te casas, tu vida cambia. Tienes un hijo, dos, tres, tu vida cambia. Los ves crecer, tu vida cambia. Se van de casa, tu vida cambia. Mueren tus seres queridos (porque la vida es así), tu vida cambia.

Aparecen los ordenadores, internet, los móviles, nos adaptamos a los cambios y así, nuestra vida también cambia. Cambia de rumbo Maradona ante cada entrada de los defensas ingleses y así cambia el recorrido del balón, a cada segundo.

Ansiamos (o ansian muchos) la famosa “plaza fija”. Ninguna lo es. No quiero que lo sea. No quiero que sea fija. Fija me suena a aburrida, estéril, sin vida. Quiero que sea dinámica, que me permita aprender, mejorar, cambiar de plaza, cambiarme. Frustrarme a veces, aprender la lección, de los errores, cambiar con cada error a otro Jorge, nuevo cada día, mejorado, curtido, con las cicatrices que la vida conlleva, que nos moldea, que nos cambia, que nos deja vivir acariciándonos a cada día, cambiándonos, a veces de forma sutil y lenta y otras de forma brusca. Cambios no siempre agradables, pero cambios que ahí están, estuvieron y estarán, hasta el día en que dejemos este mundo.

Y ese día, este mundo tendrá una huella dejada por nosotros (o varias) y miles de cambios realizados en él durante nuestra vida y... los que tengan suerte, la trascendencia de unos hijos que sigan viviendo después de ti. Que transmitan a otros los valores que tú les enseñaste. Por ejemplo, el valor para cambiar uno mismo, cada día.

Jorge

 

TENER COSAS O DISFRUTAR DE ELLAS?

TENER COSAS O DISFRUTAR DE ELLAS?

 

Las cosas de la vida se disfrutan, se posean o no. Incluso creo que a menudo se disfrutan más las cosas que no se poseen. Sólo se puede poseer un número limitado de cosas y sin embargo, durante toda una vida, se puede (y se debe) disfrutar de innumerables otras.

Hace poco Ángel y yo encontramos un paraguas abandonado en una pista del Pirineo. No sabíamos de quién era (le faltaba el mango). Lo cogimos y luego nos sirvió para pasar dos días bajo la lluvia en una travesía por el Parque Nacional de Aigües Tortes y Sant Maurici (Carros de Fuego). Dos días antes de terminar la ruta, se lo dejamos a otro grupo que seguía varios días más, pues sabíamos que nos quedaban dos días de sol y a ellos les podría llover el 3º día. El paraguas no era de nadie. Estaba para ser usado, para ser disfrutado.

Unas semanas antes descubrí con Alicia una diminuta cala al sur de Sant Carles de la Rapita en la que sólo cabían nuestras dos toallas. Era como de cuento de hadas. Esa preciosa cala no era nuestra, pero estuvimos disfrutando de ella durante unas horas... como si lo fuera. Y yo, en verdad, disfrutaba más de ella precisamente porque no era mía. Esa tarde, cuando volvía conduciendo a Zaragoza pensaba... otros estarán disfrutando ahora de esa maravillosa cala solitaria. Y eso me gustaba.

Dos días antes vimos a una pareja intentar volar una cometa al atardecer en la Playa Marquesa del Delta del Ebro. (De esa pareja es la foto de cierre de hoy). Al volver anocheciendo vimos que habían dejado la cometa en la arena. No era de ellos. Al día siguiente, otro niño seguramente jugaría con ella también.

Por alguna extraña razón nos gusta poseer cosas. Un apartamento en la montaña, otro en la playa... Pero, en realidad, hay tantas playas por disfrutar y tantos valles por conocer.

No tengo más casa que donde vivo y, sin embargo, disfruto cada verano de unas semanas al pie de la maravillosa playa de Zarautz y cada vez que puedo me escapo a conocer otros valles del Pirineo. Visito a amigos, pernocto en un refugio, en una casa alquilada, viajo... pero no poseo nada.

Cuantas menos cosas se poseen más libre se siente uno con su riqueza interior. Creo que todo lo que tenemos lo llevamos dentro y que si tuviéramos que saltar al mar desde un barco hundiéndose, todo lo que nos lleváramos debería estar en nosotros.

Es cierto que la posesión de las cosas puede proporcionarnos seguridad, tranquilidad, un legado que ofrecer... pero también pueden suponer una esclavitud por lo que cuesta conseguirlas. El dinero y tiempo invertido en poseerlas nos puede impedir disfrutar de otras muchas cosas de la vida.

Canta Jorge Drexler:

Estamos escuchando a la sombra de nuestra parra una canción que dice que uno sólo conserva lo que no amarra.Y sin tenerte, te tengo a vos... y tengo a mi guitarra.

(y sigue con el estribillo)

Hay tantas cosas... yo sólo preciso dos... mi guitarra y vos... mi guitarra y vos.

Jorge