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Jorge García-Dihinx

EL DINERO NOS DA O NOS QUITA LA FELICIDAD?

EL DINERO NOS DA O NOS QUITA LA FELICIDAD?

 

Hay un cuento de Jorge Bucay en el que relata la historia de un poderoso y rico rey que, sin embargo, no era feliz y que envidaba la felicidad de su humilde sirviente. Éste disfrutaba de su trabajo y de la vida con su familia. Siempre contento, amable y feliz con todo lo que hacía. El envidioso rey pidió explicaciones a un poderoso mago y éste, a petición del rey, tentó al sirviente con la “Prueba del 99.

Dejaron un saco con 99 monedas de oro ante su puerta. Cuando las encontró, el sirviente las contó y, viendo que “faltaba una” para las 100 se quedó contrariado. Total, que, en vez de disfrutar de ese inesperado regalo, empezó a elucubrar las maneras posibles de ahorrar y ahorrar con su humilde sueldo hasta conseguir tener las “100” monedas de oro (como si el 99 no fuera un nº estupendo). Empezó a trabajar por las tardes en otro sitio y luego incluso por las noches. No descansaba. Dejó de dedicar tiempo a su familia. Buscó todas las formas de ir ganando más dinero y calculó que, con esa nueva forma de vivir, entregado a ganar más y más, en un plazo de 2 años, conseguiría su moneda nº 100.

Así pues, este sirviente pasó de ser feliz con lo que tenía  a ser infeliz por conseguir esa moneda que, en teoría “le faltaba”. Empezó a estar de mal humor y renegar a menudo. No tenía tiempo para nada ni para nadie. Y así, el Rey vio para su asombro que el sirviente había dejado de ser feliz. Le veía  como a otros hombres, preocupado por ganar y ganar y nunca satisfecho con lo que tenía...

¿Os resulta familiar esta historia a alguno?

Hay gente cuya única ansia es tener y tener más y más dinero... como si más dinero diera más salud, más longevidad, más felicidad. Ah, pero es así?? Anda, y yo sin saberlo. Esa gente trabaja y trabaja para tener más dinero. ¿Trabajan para vivir o viven para trabajar?

Total, que la vida va pasando... y llega un día en que ésta se acaba (porque se acaba, señores. Y sólo hay una) y entonces desaparecen de este mundo y aquí se queda el dinero... ¿Para quién? Ah, para sus hijos, claro... Pero... ¿Uno ha preguntado a los hijos qué es lo que preferían? ¿Unos padres que les atendieran, que les escucharan, que les enseñaran, con quienes jugaran, que disfrutaran de la vida con ellos? ¿O querían una consola de video-juegos y tres apartamentos esparcidos por el país para disfrutarlos cuando ellos ya no estuvieran? (y que no se me enfade nadie que tenga 3 apartamentos).

En el fondo, las mejores cosas de la vida no se pueden comprar con dinero. No podemos comprar salud, no podemos comprar amor, no podemos comprar una familia ni tampoco amigos si queremos que lo sean de verdad. Aunque sí podemos perderlos por dinero… Podemos perder el norte. Perder lo verdaderamente importante en ésta, nuestra única vida: Querer vivirla en plenitud, amar, ser amado, alegrar a los tuyos, leer a tus niños, disfrutar de ellos compartiendo tiempo con ellos, con tus amigos, con tu gente. Disfrutar de la vida. Ayudar a un amigo triste. Estudiar para ser mejor médico, cultivarte y aprender, no dejar nunca de aprender, aprender de todo y de todos. Mejorar. Bañarte en el mar, en un río, en un lago, al atardecer... Todas estas cosas y otras muchas... son gratis. Por eso son irremplazables, no se pueden comprar. Son auténticas.

De acuerdo, el dinero es necesario. Necesario para poder vivir cubriendo unas necesidades fundamentales: un hogar, una alimentación, un medio de transporte, una educación para los hijos, quizás un viaje, unas vacaciones, etc... Pero más allá de eso, el dinero puede ser un verdadero enemigo que nos impida ser felices, por querer llegar a tener “las 100 monedas de oro”.

¿Tienes salud, trabajo, amor? ¿Tener más monedas te hará encontrar esas tres cosas? No, verdad? Porque no es rico el que tiene mucho sino el que es feliz con lo que tiene, como nuestro sirviente, antes de ser tentado por la avaricia.

Sólo se vive una vez... Sólo se tiene 36 años una vez. Sólo una vez tendrá tu hijo 1 año para verle dar su primer paso. La vida termina luego, pronto o tarde, pero termina (que lo sé…). Las 100 monedas de oro allí se quedarán. Todo lo que hayas vivido hasta ese día será el tesoro que habrás disfrutado.

Jorge

 

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